Desde muy chica sentí una gran atracción por la fotografía. En principio, por los álbumes familiares. Pasaba horas junto a mi abuela viendo fotos antiguas, preguntando quienes eran los que estaban ahí reunidos o quién había hecho la foto. Más tarde tuve mi primer cámara. Me fascinaba el hecho de tomar fotos y esperar ansiosa a que el laboratorio las tuviera listas, para luego contemplarlas mil veces. Luego, contra todos los pronósticos, decidí que esta sería mi profesión, estudié, me capacité y comenzaron a llegar los primeros clientes. Diversidad de personas me compartieron sus historias y confiaron en que era la indicada para documentarlas. Hoy en día me siento muy afortunada y agradecida de haber seguido mi intuición, ya que tengo el mejor trabajo del mundo.